[Ensayo personal] España vs Marruecos, y algunas reflexiones sobre la cuestión del Estado

Hay que saber leer cada situación en concreto.
A continuación, expondré algunos ejemplos de actualidad:

  • El conflicto entre Israel y Palestina. Se trata de un conflicto entre un Estado imperialista y una nación oprimida. En este caso, lo justo es posicionarse con la nación oprimida, el proletariado palestino y el proletariado israelí que se posiciona contra «su» Estado.
  • El conflicto entre Marruecos y el Sáhara. También, más de lo mismo. Conflicto entre Estado imperialista y nación oprimida.
  • El conflicto en Colombia. En este caso se trata de un conflicto dentro de un mismo país, entre las masas y el Estado. Aquí tenemos que posicionarnos con las masas, recordando siempre que no se trata de alcanzar un Estado más democrático y representativo sino de realizar la revolución proletaria.

Tras este brevísimo repaso a tres conflictos diferentes, vamos a lo que nos ocupa. El conflicto entre Marruecos y España es un conflicto interimperialista, entre un Estado imperialista y otro Estado imperialista. Al parecer todo esto ha surgido a raiz de que el SG del Frente Polisario enfermó gravemente de covid y, como en Argelia (que es donde permanecía exiliado) no tenían los suficientes medios sanitarios para tratarlo, lo trasladaron a España. ¿Los motivos? Se desconocen. Probablemente el Estado argelino, amigo del Frente Polisario y enemigo de Marruecos, presionase a Alemania y la UE (ya que mantiene relaciones con Alemania) para curar al SG del Frente Polisario, siendo España a quien le tocó «comerse el marrón» -España siempre ha sido un país imperialista con un papel subsidario o secundario en los conflictos interimperialistas. Fuese cual fuese el detonante, yo creo que el meollo del asunto viene de más atrás, y es que hace tiempo que el Estado marroquí y el Estado español han mostrado intereses contrapuestos en lo económico. Ante los últimos sucesos en la frontera de Ceuta yo creo que tenemos que posicionarnos contra el Estado marroquí pero también contra el Estado español, pues es un Estado que no representa los intereses del proletariado, representa los intereses de la burguesía española, y esta es una clase a la que le importa entre poco y nada que Marruecos sea una monarquía reaccionaria o un país imperialista (¿cómo va a importarle si España también lo es?), al final siempre se mostrará conciliadora con la burguesía marroquí pues sabe que en lo económico siempre se podrá entender con ella. Igualmente, en el caso de que el conflicto se agudice y se manifieste en lo político y lo militar (cosa que veo poco probable dada la alta posibilidad de reconcilio), en ese caso de guerra interimperialista la carne de cañón y el principal afectado siempre será el proletariado de ambos países. Por tanto, no es España quien tiene que dar un paso adelante, sino la clase del proletariado revolucionario quien tiene que dar un paso adelante. Pedirle al Estado español que se posicione decididamente contra el Estado marroquí y sus «barbaridades» es como pedirle peras al olmo. ¿Acaso alguien se imagina a la burguesía española criticando y atacando abiertamente al Estado marroquí? ¿O armando a las masas saharauis y apoyándolas activamente en su lucha de liberación nacional? ¿Entonces por qué pedir al Estado español que haga algo al respecto? ¿No es el Estado la herramienta de dominación de una clase sobre otra?

Apreciar el Estado-nación porque es un ámbito objetivo en el que se da la lucha de clases es como apreciar el sistema de trabajo asalariado porque también es un ámbito objetivo en el que se da la lucha de clases. Tenemos que reconocer la existencia de estos campos de lucha y trabajar en ellos, pero no buscando su reproducción sino su superación, acabando con la división entre las naciones y con la división del trabajo (inciso: cuando hablo de acabar con la división entre las naciones no hablo de exterminar todas las culturas sobre la faz de la tierra, al igual que acabar con la división del trabajo no significa que todos vayamos a pensar y hacer exactamente las mismas cosas).

Actualmente la contradicción principal que mueve el mundo son los conflictos interimperialistas; es decir, entre unas facciones de la burguesía y otras, todas ellas representadas por sus respectivos Estados. La contradicción capital-trabajo parece haber quedado relegada a un segundo plano, reducida al ámbito laboral. Hoy, como digo, son las contradicciones interimperialistas las que rigen los vaivenes políticos de todo el globo. En mi opinión, ante este escenario en el que la clase obrera ni pincha ni corta, hay que dejar de seguir echando leña al fuego de la guerra imperialista, y volver a poner la contradicción capital-trabajo en primer lugar, no solo vista desde la relación obrero-patrón, sino comprendida en su totalidad y en sus múltiples determinaciones (entre las que se incluyen los conflictos entre Estados).

Hay que convertir la guerra imperialista en guerra civil revolucionaria. Dicho de otra forma, hay que convertir las guerras entre Estados en guerras entre la burguesía y el proletariado dentro de cada Estado. Una vez hayamos ajustado cuentas con «nuestra» burguesía y el Estado proletario haya vencido al Estado burgués, entonces ya podremos hablar en términos defensistas del Estado.

No hay que apropiarse del Estado actualmente existente e intentar transformarlo desde dentro. Hay que generar uno propio con sus propias instituciones y su propio ejército; un Estado socialista fuerte y unido, capaz de hacer frente al imperialismo, pero no destinado a perpetuarse, destinado a extinguirse tras la lucha de clases, ya que sin clases no tiene sentido hablar de Estado (una lucha que, por cierto, no solo se llevaría a cabo desde dentro hacia fuera del Estado socialista, también dentro de él; el socialismo no es inmediatamente el comunismo). En ese proceso habría fronteras, sí, pero no unas fronteras impuestas por las diferencias nacionales, sino unas fronteras impuestas por el movimiento de la revolución proletaria mundial, entre el campo de la revolución y el campo de la reacción; unas fronteras que en determinados momentos podrán coincidir o no con las actuales, lo importante es su contenido, no su forma.

Cuando las organizaciones obreras siguen el viraje nacionalista de la burguesía para «no perder el pulso» a los trabajadores que «sienten amor por su patria» están preparando objetivamente el terreno para el fascismo y entregándole a él a sus masas. Esto históricamente ha sido así y volverá a ser así.

Es verdad que hoy por hoy la revolución no existe ni en el plano político ni en el militar, no existe ningún Estado socialista y por tanto tampoco existe ningún Ejército rojo. Por mucho que nos pese, y por muy pedante o pesado que nos resulte, hoy la lucha se da principalmente en el plano ideológico. Tenemos que tratar de educarnos en unas ideas y en unos principios que nos permitan hacer germinar la semilla de la revolución.

No estamos sembrando ninguna revolución al defender lo existente, al clamar por la soberanía nacional española o al hablar de la inmigración en términos de «mano de obra» e «integración»; quedarnos en esto, en defender la sociedad tal y como nos viene dada, no tiene sentido si lo que queremos es revolucionarla, destruyendo y superando el sistema capitalista.

En ese eterno «¿y mientras tanto qué?», mientras tanto organicemos la revolución en vistas a romper realmente con lo presente y no seguir reproduciéndolo.

– Camarada Kostra