Acerca de los peajes y otras cuestiones

Tras la crisis del covid, cuyas consecuencias han tenido -y aún tienen- que aguantar lxs trabajadores: lxs que han estado en primera línea en los hospitales, geriátricos y centros de salud (cuya labor, a pesar de las condiciones, ha sido muy loable), pero también todxs aquellxs que han tenido que ir a trabajar, fuese en el sector que fuese, para mantener en pie a la economía y conservar intacta la cadena de valor; ahora, después de este capítulo semiapocalíptico, quieren hacernos tragar con una subida de impuestos. El pretexto es el «Plan de Recuperación» post-covid, un ambicioso programa de reformas dirigido por la UE y ejecutado por el gobierno español, un plan, según ellos, para hacer frente a la crisis «sanitaria» provocada por el covid. Obviamente, quienes vamos a pagar por este plan de reformas somos lxs de siempre, la clase obrera, ¿dónde? En las carreteras, en forma de peajes. Varios miles de millones de euros que dicen que tenemos que costear, pagando por kilómetro recorrido en cada autovía y autopista del Estado español (como si la gasolina y el gasoleo no fuesen suficientemente caros ya).

Nuevamente, mientras los beneficios permanecen en manos privadas (como las de Florentino Pérez, un parásito de las autopistas), es la clase obrera la que debe cargar con los gastos. En vez de subir los impuestos a las rentas altas e impedir su evasión fiscal, o recortar presupuestos en ámbitos burocráticos, militares, clericales, etc. (como haría un buen socialdemócrata), prefieren ir al último eslabón de la cadena, el proletariado, actualmente indefenso y espectante ante cualquier política que se haga. Toda esta jugada con el comodín del ecologismo, eso sí. El mantra de la «transición ecológica»: sintámonos culpables del deterioro del planeta, dejemos de vivir por encima de nuestras posibilidades, tomemos conciencia de la necesidad de desincentivar el uso del automóvil…

Vale, sí, hay que usar menos el coche y la moto y fomentar otros medios de transporte más respetuosos con el medio ambiente como, por ejemplo, un transporte público, asequible y eficiente. Sin embargo, como ya dijimos a propósito del efímero y oportunista Fridays for Future, de nada sirve el ecologismo que solo ve el problema en el consumo y omite las demás esferas de la sociedad, que pone el foco en el consumidor individual y deja de lado a las grandes empresas, responsables de la mayor parte de la contaminación (en España solo 10 empresas producen el 70% de emisiones de CO2).

El problema radica en el qué y cómo se produce (que es lo que determina el qué y cómo se consume) y en la distribución geográfica del tejido productivo, que hace necesario el uso del automóvil privado en muchos hogares, sobretodo en los pueblos. Pero claro, de esto apenas se habla ya que sería atentar contra la propiedad privada de lxs capitalistas y entrometerse en la libre -y caótica- producción y circulación de mercancías. Ese ecologismo interesa y beneficia a la clase dominante, no al planeta.

Nosotros decimos sí a la protección del medio ambiente y al uso consciente del automóvil (y de cualquier cosa), siempre y cuando la política esté direccionada por la clase obrera revolucionaria y no por las élites políticas y económicas (nacionales o extranjeras) que siempre nos dejan en la estacada. De lo contrario todo sería una farsa, también el parche.